Nostradamus
(Michel de Nôtre-Dame; Saint-Rémy-de-Provence, Francia, 1503 - Salon, 1566) Médico y astrólogo francés, famoso por el profecías que publicó en 1555 con el título Las verdaderas centurias y profecías, en las que anticipa el futuro de la humanidad hasta el fin del mundo, que situó en el año 3797.
Jean-Aimes de Chavigny, magistrado de la ciudad de Beaune en 1548 y doctor en Derecho y Teología, nos informa cumplidamente de los primeros años del enigmático profeta: "Michel Nostradamus, el hombre más renombrado y el más famoso de cuantos se han hecho famosos desde hace largo tiempo por la predicación deducida del conocimiento de los astros, nació en la villa de Saint-Rémy, en Provenza, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, alrededor de las doce del mediodía. Su padre se llamaba Jacobo de Nostredame, notario del lugar; su madre, Renata de Saint-Rémy. Sus abuelos paternos y maternos pasaron por muy sabios en matemáticas y en medicina, habiendo recibido él de sus progenitores el conocimiento de sus antiguos parientes."
Desde muy joven aprendió a manejar el astrolabio, a conocer las estrellas y a describir el destino de los hombres en sus aparentemente caprichosas conjunciones. En Avignon y Montpellier estudió letras, además de medicina y filosofía, asombrando a compañeros y profesores por sus raras facultades y su infalible memoria. Tenía veintidós años cuando, durante una epidemia de peste que asoló la ciudad de Montpellier, inventó unos polvos preventivos que tuvieron mucho éxito.
Los últimos días del profeta son también narrados con rigor de letrado por Jean-Aimes de Chavigny: "Había pasado ya de los sesenta años y estaba muy débil a causa de las enfermedades frecuentes que lo afligían, en especial artritis y gota. Falleció el 2 de julio de 1566, poco antes de la salida del sol. Podemos muy bien creer que le fue conocido el tiempo de su muerte, y aun el día y la hora, puesto que, a finales de junio de dicho año, había escrito de su propia mano estas palabras latinas: Hic prope mors est, mi muerte está próxima. Y el día antes de pasar de esta vida a la otra, habiéndolo yo asistido durante largo tiempo y habiendo estado cuidándolo desde el anochecer hasta el día siguiente por la mañana, me dijo estas palabras: ¡No me verá con vida la salida del sol!"
Jean-Aimes de Chavigny, magistrado de la ciudad de Beaune en 1548 y doctor en Derecho y Teología, nos informa cumplidamente de los primeros años del enigmático profeta: "Michel Nostradamus, el hombre más renombrado y el más famoso de cuantos se han hecho famosos desde hace largo tiempo por la predicación deducida del conocimiento de los astros, nació en la villa de Saint-Rémy, en Provenza, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, alrededor de las doce del mediodía. Su padre se llamaba Jacobo de Nostredame, notario del lugar; su madre, Renata de Saint-Rémy. Sus abuelos paternos y maternos pasaron por muy sabios en matemáticas y en medicina, habiendo recibido él de sus progenitores el conocimiento de sus antiguos parientes."
Desde muy joven aprendió a manejar el astrolabio, a conocer las estrellas y a describir el destino de los hombres en sus aparentemente caprichosas conjunciones. En Avignon y Montpellier estudió letras, además de medicina y filosofía, asombrando a compañeros y profesores por sus raras facultades y su infalible memoria. Tenía veintidós años cuando, durante una epidemia de peste que asoló la ciudad de Montpellier, inventó unos polvos preventivos que tuvieron mucho éxito.
Los últimos días del profeta son también narrados con rigor de letrado por Jean-Aimes de Chavigny: "Había pasado ya de los sesenta años y estaba muy débil a causa de las enfermedades frecuentes que lo afligían, en especial artritis y gota. Falleció el 2 de julio de 1566, poco antes de la salida del sol. Podemos muy bien creer que le fue conocido el tiempo de su muerte, y aun el día y la hora, puesto que, a finales de junio de dicho año, había escrito de su propia mano estas palabras latinas: Hic prope mors est, mi muerte está próxima. Y el día antes de pasar de esta vida a la otra, habiéndolo yo asistido durante largo tiempo y habiendo estado cuidándolo desde el anochecer hasta el día siguiente por la mañana, me dijo estas palabras: ¡No me verá con vida la salida del sol!"